miércoles, 10 de agosto de 2011

ella fluye por mi mente


Enfrente de las escaleras del tren,  mirando la hora del reloj que resaltaba en la calle, eran las 8 de la tarde, de un día soleado , donde todos los niños jugaban y los pájaros volaban sin destino. Bajé por ellas y en cada pasó que daba recordaba cada momento que había vivido con ella, aquellos bonitos días y perfectos a su lado. Al llegar abajo dejé las maletas, me senté en un banco y cogí mi libro de amor , me puse a leerlo y miraba para los vagones a su llegada y veía su cara en cada cristal. Llegaba el momento de entrar en el vagón correspondiente, llegaba el momento de poner destino a la vida. Viajaba entre campos llenos de flores, entre ciudades de contrabando , entre parques con ancianos hablando de sus historias y entre sociedades poco conocidas, o raras tal vez. Llegaba a mi destino, salí de aquel vagón que llevaba mis historias pasadas, aquel vagón que llenaba mis heridas de dolor. Caminaba entre el mundo , pasaba los semáforos en rojo, cabeza baja  y con remordimiento en la cabeza. Llegué al parque al cual me dirigía, me senté en un banco de madera donde había una anciana con su marido sentados. Ella me veía triste y se puso a hacerme preguntas y a darme consejos, donde uno de ellos me decía , si una persona te gusta, lucha por ella pase lo que pase, le di las gracias por eso, y por toda la conversación que tuvimos, donde me sorprendió que estaba mal del corazón, lo cual de allí a unos días le realizaban una operación a vida o muerte. Anochecía cuando le daba de comer a los patos del lago , donde me cayera alguna lágrima al pensar en ella, cuando me quería despedir de la anciana y no estaba. Me fui a un hotel donde tenía todo tirado, donde solo pensaba en ella y me preocupaba por ella, bebía las duff junto con revistas para olvidarla, pero aún así , no era capaz. Después de una noche de trágicos recuerdos volvía a la mañana del día siguiente a un bar , tomándome mi café con mis tostadas , veía tras la cristalera a un anciano llorando, vi que era el marido de la señora del parque, con la que estuviera hablando. Le pregunté que le pasaba y me dijo que su mujer muriera de noche tras un infarto al corazón. Me vino el mundo encima, corrí hacia el parque, lloraba lágrima tras lágrima en el banco donde estuviera con ella, acabé de leer el libro en ese momento, donde la última frase ponía: " si una persona te gusta, lucha por ella pase lo que pase ". El reflejo del sol reflejaba en mis lágrimas.

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